Mis queridos sinvergüenzas

 

Justicia prostituidaMarcelino Cardalliaguet Quirant

La semántica de las palabras, cuando son utilizadas por los políticos profesionales en mítines, informes, intervenciones parlamentarias o en tertulias televisivas, suele ser muy cambiante, sinuosa, complicada y hasta "tapadera" para ocultar en sus pliegues grandes mentiras. Un conocido e irremplazable "tertuliano", además de director de un conocido periódico, solía repetir en sus intervenciones: "La política es el arte de mentir y creerse lo que se dice...". Que, al fin y al cabo es prácticamente lo mismo que aseguraba Göbbels en la Alemania "Nazi": "Repite una mentira muchas veces y terminará siendo verdad".

 

Durante siglos, en este país, se ha tapado a los desvergonzados, a los "caraduras", a los mentirosos y a toda la fauna de defraudadores e hipócritas que poblaban las estructuras políticas, en todos los niveles de gestión y administración, con denominaciones agradables, atractivas y hasta laudatorias; cuando no "santificantes" para que fueran elevados a los altares. Todos recordamos aquellos ilustrativos versos de Francisco de Quevedo refiriéndose al Duque de Lerma , "favorito" de Felipe III :

"El mayor ladrón de España,

para no morir ahorcado,

se vistió de colorado".

Es decir: se hizo nombrar Cardenal de la Iglesia Católica para no ser juzgado por sus fraudes, desfalcos, abusos y cohechos cometidos mientras fue "primer ministro" de aquel desmañado rey.

Efectivamente, España ha sido uno de esos pintorescos países en los que uno puede encontrarse por la calle --paseando, sonriendo y saludando a sus numerosos compinches-- a los más famosos desfalcadores, embaucadores, trapisondistas y "trileros" de la fauna infrasocial. Que son, además, los más citados, entrevistados y exhibidos en revistas y televisiones; por la sencilla e inexplicable razón de que en España es donde los sinvergüenzas ricos, los políticos corruptos y los banqueros saqueadores gozan de una envidiable protección jurídica de derechos procesales, que les defiende de jueces y fiscales, de manera más efectiva que a los simples ciudadanos que fueron sus víctimas.

XAHORA NOx hace falta "vestirse de colorado", como en el siglo XVII, para que los mayores ladrones de España no acaben con los huesos en la cárcel. Basta con presentarse a unas elecciones en las listas de algún "aparato electoral" con visos de ganar; y ocupar una Presidencia de Autonomía, de una Diputación, de un Ayuntamiento --o colocarse de asesor de quienes las ocupen-- para poder manipular presupuestos, adjudicar obras, encargar auditorías y cobrar "mordidas" de las empresas beneficiarias.

Hasta tal punto es así, que varios jueces y magistrados que, en el pasado, intentaron recabar pruebas fehacientes contra ellos, para completar la instrucción de procesos en curso, sobre delitos y fechorías suficientemente conocidas y públicas; fechorías que todo el mundo sabía que habían cometido; engañando al Fisco, estafando a cientos de clientes y accionistas, desfalcando a las entidades que dirigían o evadiendo impuestos mediante la ocultación en "paraísos fiscales" de sus saqueos y tropelías; fueron ellos mismos procesados, acusados de violar los "derechos de privacidad" de los delincuentes y condenados a inhabilitación para ejercer su carrera judicial durante varios años.

Por lo visto, en estos curiosos casos, el Derecho Procesal protege al delincuente de los jueces y fiscales, y deja sin ninguna garantía de cumplimiento de la Justicia a sus víctimas.

Impide que el tramposo sea vigilado, grabado en sus conversaciones delictivas, o registrado en sus robos y fechorías --los robos y fechorías siempre se hacen en privado-- pero sin garantizar que la gente honrada y normal sea avisada convenientemente ante la presencia de "honorables" sinvergüenzas en las entidades financieras en las que confía o en los organismos públicos, de los que depende.

Citar ejemplos para probar nuestras aseveraciones, sería hoy en día casi imposible, pues necesitaríamos llenar varias páginas de este Periódico; o programas enteros de las "tertulias" televisivas; solo para citar las "tramas" por los curiosos nombres que han ido recibiendo para su clasificación. Pero, ¡ojo!: los sinvergüenzas siguen siendo una minoría de flores fétidas en un jardín de plantas aromáticas. Solamente hay que evitar que vuelvan a ser los encargados de cuidar los macizos de ese jardín.

Fuente:

http://www.elperiodicoextremadura.com/autores/marcelino-cardalliaguet-quirant_16.html

 

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