Madre no hay más que una...y si manda, mejor

 

Con el acoso escolar a la orden del día y la falta de respeto a los padres en avance, la agresividad en los adolescentes adquiere tintes de lacra social. Una tesis doctoral con un análisis de 771 valencianos de 11 a 17 años aconseja ahora un «refuerzo de la autoridad de la madre» para reducir las actitudes violentas de los hijos. La clave de la crianza, concluye, es la «disciplina con afecto».

PACO CERDÀ, VALENCIA

La crianza con mano dura, castigos, riñas y continuas imposiciones despierta un carácter violento en los adolescentes. Del mismo modo, una educación paterna consentida, que se lo permita todo al rey de la casa y carezca de normas y límites para los deseos del pequeño emperador, también aboca a comportamientos agresivos de los hijos hasta en el propio hogar. Así lo constata en una tesis doctoral calificada con excelente cum laude el investigador Pedro Senabre, que desgrana una batería de consejos para reducir la violencia de los adolescentes tras analizar a 771 valencianos de entre 11 y 17 años.
Destacan dos grandes conclusiones. Una es casi de sentido común al socaire de la experiencia cotidiana: lo idóneo para evitar el desarrollo de conductas violentas es aplicar un «estilo autorizativo» a la crianza de los hijos basado en «la comunicación positiva entre padres e hijos y una supervisión de las pautas y normas». Más claro: toca enterrar el laissez faire, laissez passer, el todo vale, «el ser amigo de los hijos, que desde los años 80 y 90 se viene implantando», y pasar a la «disciplina bañada de afecto». Es decir: volver a la firmeza paterna, que no a la rigidez dictatorial o autoritaria de los tiempos de correa, regla y ´patà´ i avant. «Hay que saber decir ´no´ al niño porque, de lo contrario, no aprenden la frustración y tenderán a responderla con actitudes agresivas», destaca el profesor.
La otra conclusión es más sorprendente: para reducir la agresividad de los adolescentes, subraya Pedro Senabre (Valencia, 1975), lo ideal es que el mando de la casa lo tome la madre, y que el padre aprenda a manejarse mejor en otros planos sociales distintos a la respuesta violenta.
«Consideramos importante —sostiene la tesis— el refuerzo de la autoridad de la mujer en la familia, ya que cuando es ella la que dirige la crianza se potencia la aceptación y la implicación de los hijos, lo que disminuye la participación en comportamientos agresivos». En este sentido, añade, «la figura del padre necesita potenciar las habilidades sociales para encontrar otras alternativas a una respuesta violenta ante un conflicto de intereses o respuesta a una provocación».
Senabre, profesor en la Facultad de Ciencias de la Educación y el Deporte de la Universidad Católica de Valencia, recalca que «el vínculo maternal está más relacionado con la expresión de las emociones, la capacidad de sentir y expresar distintos sentimientos y porque su mayor presencia y disposición en el hogar familiar permite potenciar la autoestima de los hijos».
Factores de agresividad
Y eso, el nivel de autoestima, es precisamente uno de los factores que más inciden en la agresividad de los adolescentes. ¿Cuáles son los otros? «Poseer escasos objetivos y metas concretas en la vida, mayor autoestima física, mayor percepción de una educación basada en una imposición de reglas y normas por parte del padre, menor voluntad de sentido y menos experiencias personales positivas, nos permiten pronosticar que dichos adolescentes estarán más involucrados en enfrentamientos directos con la intención de causar daño mediante amenazas, insultos, golpes, etc.».
La violencia adolescente bebe de otras fuentes. «La agresividad se vincula con un estilo coercitivo o inconsistente de los padres, con baja implicación paterna y alto nivel intrusivo, punitivo o de rechazo». Además, la presencia de patologías en los progenitores, como el trastorno antisocial del padre, la depresión de la madre o el abuso de alcohol o drogas por parte de ambos, así como el bajo nivel socioeconómico y cultural del seno familiar, la conflictividad conyugal o los divorcios mal gestionados, también predicen un aumento de agresividad en los hijos, según ha constatado la investigación. En ocasiones, la necesidad social que tienen algunos adolescentes de «liderazgo y popularidad» impulsa a actitudes agresivas para verse reforzados entre sus compañeros.
«Escuelas de padres»
En su tesis de 394 páginas, el profesor Senabre resalta la importancia de la dimensión familiar para evitar la conducta agresiva de los adolescentes. «Es cierto que a los adolescentes les influyen mucho los amigos, las redes sociales, la televisión, la sociedad… Pero, hasta que eso llegue, la familia tiene mucho que decir». Y por ello, destaca la conveniencia de que los padres dispuestos a «prevenir» la agresividad de sus hijos asistan a «escuelas de padres». Allí trabajarán el refuerzo de la inteligencia emocional y adquirirán recursos y destrezas para la crianza.
Pero hay un peldaño por debajo que está al alcance de casi todos. Se trata de ampliar los llamados «tiempos de calidad» con los hijos. Esto es, desarrollar actividades familiares fuera de casa para «´disminuir´ la autoridad de los padres y acercarles a los hijos mediante actividades de ocio y tiempo libre. De este modo, desarrollamos la relación afectiva entre padres e hijos», destaca Senabre antes de dar un último consejo: «Hay que dejar de comprar el afecto de los hijos con cosas materiales y pasar más tiempo con ellos».

Fuente:

http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2011/07/31/madre-hay-unay-manda-mejor/828789.html

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