Walter Mischel y sus colegas de la Universidad de Columbia, Nueva Cork, llevaron a cabo un estudio que ilustra la importancia de demorar la gratificación de un objeto deseado. Para ello, examinaron la capacidad de niños de 4 años para retrasar la gratificación:
“El niño estaba sentado a una mesa en la que había un exquisito bombón. En un momento dado el investigador abandonaba la habitación durante cinco minutos porque aparentemente tenía que ir a buscar algo y informaba al niño de que no se comiera el bombón mientras estuviera solo. También se le decía que si no se comía el bombón, cuando el experimentador regresara podría comerse dos”
En este estudio y otros del mismo equipo de investigadores se obtuvieron dos resultados importantes.
-. Se observó que los niños eran capaces de esperar más tiempo si podían distraerse del bombón o si se le alentaba a pensar en sus cualidades abstractas (la forma, el tamaño) y no en el rico sabor, puesto que pensar en lo placentero que será comerse un fabuloso bombón no es de gran ayuda si uno está intentando evitarlo. Por otro lado, es una tarea difícil –la mayoría de los niños cedían a la tentación y se comían el bombón, e incluso los que resistían no tenían más remedio que cruzarse de brazos o desviar la mirada-. A esta edad, el cerebro es aún relativamente inmaduro, y los lóbulos frontales, que nos ayudan a controlar los impulsos y nos permiten contenernos, no están desarrollados del todo hasta la edad adulta.
-. El segundo resultado, más discutido, fue que los niños de 4 años que habían exhibido el máximo autocontrol se convirtieron en adolescentes que en los estudios tuvieron más éxito que sus compañeros impulsivos. Los niños con dominio de sí mismos más adelante obtuvieron puntuaciones mejores en test de perseverancia, concentración e incluso en pruebas cognitivas (funciones ejecutivas). En la adolescencia, los niños con autodominio parecían más capaces de afrontar el estrés y ciertas situaciones sociales que los niños que no resistieron a la tentación. Estas investigaciones defendían que ser capaz de controlar los impulsos a una edad temprana influye en el éxito académico y en las destrezas sociales del futuro. Resistir a la tentación es siempre más difícil que sucumbir a ella.
Para tener un buen rendimiento académico, los niños necesitan aprender a controlar conductas impulsivas y a inhibir acciones emocionales ante ciertos sucesos. Por otro lado, para que se produzca un aprendizaje óptimo, los estudiantes han de ser emocionalmente competentes, es decir han de ser capaces de contenerse y refrenar reacciones impulsivas.
Algunos estudios sobre la amígdala y los aspectos impulsivos del procesamiento emocional sugieren que la capacidad para actuar y reaccionar con inteligencia emocional tiene que ver con que exista comunicación entre distintas zonas del cerebro. Esto requiere interacción de las regiones de niveles profundos que procesan emociones de manera automática, inconsciente y sumamente rápida, y de las estructuras cerebrales muy evolucionadas (corteza prefrontal) que se ocupan de procesos cognitivos más conscientes, como la planificación y la toma de decisiones (funciones ejecutivas)
Fuente: adaptado de COMO APRENDE EL CEREBRO de Sarah Blakemore y Uta Frith a través de http://curiosidadsocial.wordpress.com/2011/07/14/resistir-la-tentacion-la-amigdala-y-el-lobulo-frontal/
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